Boda en málaga
tamara y thomas
Tam y Tom son una pareja maravillosa que ha recorrido miles de kilómetros para darse el sí quiero en Málaga. Ella es italiana y él es inglés, y aunque viven en Bélgica sus corazones se han quedado en el sur de España, donde montaron una boda íntima y preciosa que tuve el privilegio de capturar.
Se reunieron conmigo un año antes del gran día, y conectamos tan bien que en seguida nos pusimos a planificar no sólo su reportaje de boda, sino la boda al completo. Allí estábamos los tres, entusiasmados perdidos, delante de un café, unas pastitas y un cuaderno de notas, apuntando todo tipo de ideas que se nos iban ocurriendo. Cuando ser fotógrafa de bodas te entusiasma tanto y estás en contacto con tantos proveedores alucinantes del mundillo, no puedes evitar dar ideas acerca de las cosas increíbles que ves a lo largo de la temporada en tantas otras bodas hechas con tanto cariño.
Tamara se casó con un sencillo vestido de tirantes de Jesús Peiro que le sentaba como un guante y que quedaba ideal junto al ramo de rosas y ramas de olivo, detallito andaluz que ella quiso darle a su look, y que le confeccionaron desde El Jardín de Cloe. En el pelo llevó un semi recogido que luego se soltó para el baile y que le hizo Jaime Pino, quien también se encargó del maquillaje, en tonos tierra naturales que le sentaban fenomenal y con los que además ella se sentía muy cómoda, ya que habitualmente se maquilla muy suavemente y en un día tan especial lo más importante es sentirse una misma. Jaime la dejó preciosa. Una muy guapísima Tamara totalmente a juego con un apuesto Tom, en traje de chaqueta con el detalle del prendido, réplica del ramo de ella. Ambos, de camino al altar, eran un sueño.
Se casaron al atardecer en el Parador de Gilbralfaro con vistas al mar y al centro de Málaga. En el mirador, y con sus familias y amigos como testigos, se prometieron quererse mucho, quererse muy bonito y quererse para siempre. Acompañarse, cuidarse, estar en las buenas y en las malas, correr aventuras, ser los mejores amigos. Ser, en definitiva, lo que ya eran, pero aprovechar y gritarlo a los cuatro vientos, y hacer de esa promesa toda una fiesta.
Fiesta que llegó luego, tras unos momentos a solas con los novios, momentos para hacer unas fotitos de recién casados que siempre son muy divertidas y llenas de ternura y que ellos aprovechan para mirarse muertos de risa. ¡Lo hemos hecho! ¡Qué fuerte! Es, como fotógrafa de bodas, de mis momentos preferidos. Nunca los pongo a posar, los dejo ser ellos mismos para que interactúen entre ellos y surja la magia, que siempre surge. Son unos minutos de intimidad en los que ellos pueden relajarse y tener unos instantes para las carantoñas y sacudirse los nervios de encima. Nos reímos, hacemos unas fotos preciosas, frescas y románticas y nos vamos al jolgorio.
¡A celebrar, que es a lo que hemos venido! Llegó para Tam y Tom el momento en el que se acabó la solemnidad y en el que empezó el jolgorio. Y entraron los aperitivos del Parador, con un cóctel lleno de detalles de la cocina española, llegó el momento de tirar el ramo y de correr a recogerlo (o huir de él), llegó el momento de brindar con todo el mundo. Luego vinieron los discursos de corazón de varios de los invitados, el corte de la tarta que siempre se hace con su puntito de vergüencilla y el esperadísimo baile. Y fue divertidísimo porque, aunque en el primer baile de recién casados siempre hay que superar un poco la timidez, ellos la traían superada desde casa y nos regalaron un primer baile lleno de complicidad y de sonrisas, tierno y romántico, que dio paso a toda una noche de saltos y de coreografías hasta que el cuerpo aguantó (o hasta que los mandaron a dormir).
Les deseo lo mejor y sé que lo van a tener. Ha sido un privilegio que hayan contado conmigo para contar una historia tan preciosa como la de ellos. Ser fotógrafo de bodas es tener la suerte de conocer a personas muy especiales a las que uno lleva dentro para siempre. ¡Vivan los novios!