Boda en Málaga
María & Ignacio
Hizo un día y una luz espectacular, y es que casarse en otoño en Málaga es una delicia. Los preparativos en casa de la novia es de los momentos que más disfruto, yo creo que como casi todos los fotógrafos de bodas: verlas no creerse que de verdad ha llegado el día, aguantarse los nervios pero no la risilla, tomar consciencia de todo cuando ven los pinceles de la maquilladora sobre la mesa y a la peluquera preguntando por el enchufe para el secador… María es una mujer preciosa con una sonrisa llena de simpatía, amabilidad, calor y ternura. Y aunque también es un poco tímida se sentía fuerte y segura porque todas sus elecciones para ponerse guapa aquel día fueron de sobresaliente. El recogido y el maquillaje de Vito Martín eran una maravilla, resaltando la carita y los ojitos brillantes, y el vestido de corte romántico de Javier Jiménez fue una auténtica locura. El el ramo y el tocado, de estilo silvestre, los hizo Javi, de La Buganvilla. No podía estar más guapa ni más radiante.
La llegada a la Iglesia de San Agustín fue, como siempre, tierna y divertida, la novia y el padrino caminando hacia la puerta entre los turistas que aplaudían, el novio abriéndose ya paso hacia al altar… Fue una ceremonia preciosa, llena de palabras bonitas, de gestos y miradas bonitos. Prometer que vas a querer a tu persona preferida en el mundo el mayor tiempo posible y de la mejor manera posible, y hacerlo delante de todas las personas que son importantes para ti es una experiencia inolvidable.
Para las fotos de recién casados los novios y yo nos dimos un paseo por el centro de Málaga: el Patio de los Naranjos estaba verde y frondoso y las callejuelas de alrededor del Pasaje de Chinitas hervían de visitantes curiosos que felicitaban a María y a Ignacio. Queríamos un reportaje de novios muy natural en el que se les viera tal y como son, espontáneos, felices, divertidos, disfrutones, sin la incomodidad del posado, queriéndose mucho y siendo ellos mismos.
La celebración fue en el siempre maravilloso, encantador y mágico Palacio Monte Miramar. Allí los novios y los invitados pasaron la tarde y la noche en amor y compañía, disfrutando del catering, de la música y del ambiente de cariño que los recién casados habían montado. Ojalá María e Ignacio tengan una vida en común tan bonita como el día de su boda, que siempre se miren como se miraban ese día, que siempre se cuiden tanto y tan bien, que siempre bailen juntos, que siempre se sonrían. ¡Vivan los novios!