Dicen los expertos que en los blog de los fotógrafos de bodas tiene que primar contenido relevante, cosas que interesen a los lectores. Esto muchas veces crea un pequeño «estrujamiento de cerebro»: ¿qué querrán saber, qué podría yo ofrecerles que sea nuevo e interesante? Hoy he aprendido que aquello que me sirve a mí, que es bueno para mí también, sirve y es bueno para los demás. Hoy lo que yo necesito es ver a gente feliz, gente que sonríe. Necesito ver a gente feliz para poder creer que estos tiempos de incertidumbre encerrados en casa, preocupados por la salud y por qué va a ser de nosotros y nuestro futuro, pasarán rápido.

Cuando agarramos un resfriado tomamos jarabe para la tos, ¿verdad?  Bien, pues si hay que buscar un remedio contra estos días tristes, grises y repetitivos que sea algo que traiga esperanza.

Me he puesto a buscar entre mis archivos fotos de invitadas felices. En realidad todas las invitadas están felices: tan guapas, tan «de fiesta», tan emocionadas. Me gusta refugiarme en los sentimientos que veo reflejados en sus caras para repetirme las veces que haga falta que todo esto acabará más pronto que tarde y volveremos a llenar las calles, las plazas, nos vestiremos de colores, nos reinventaremos. Volveremos a poner flores frescas en nuestros jarrones, cogeremos moreno bajo el sol, oiremos música ya no solo para evadirnos, cantaremos bajo la ducha con algo menos de preocupación. Recuperaremos el saludar a los demás con un beso, con dos besos, con un abrazo, y la distancia de seguridad quedará desterrada para siempre. No veo el momento. No veo el momento de bajar a la playa a leer sentada en la arena, de ir al vivero a por plantas para la terraza y abono para las que se han puesto mustias cumpliendo el valeroso deber de animar los corazones dentro de casa estos días de confinamiento. No veo el día en que pueda invitar a mi madre a un cuscús en Al-Yamal, Casi no puedo esperar para coger el coche e ir a ver a mis amigos a Toledo y a que ellos me lleven a mí a comer pincho de tortilla a esa plaza donde da el rayito de sol a la hora del aperitivo. Ya queda menos.

Yo dejaré de hacerle fotos a mi perra, a mi gato, fotos por la ventana, bodegones improvisados en el frutero, para tratar de mantener la creatividad encendida y sacaré mi cámara a pasear y a que deje inmortalizado para la posteridad – el más maravilloso de los «para siempres» –  lo contentísimos que estamos de vernos de nuevo los unos a los otros.

Será la fotografía de la esperanza.

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